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jueves, 20 de febrero de 2014

Exposición: "American Pacific Coast" en la Embajada de Estados Unidos.




"Costa Pacífica Americana"

Con diez olas del inmenso Océano Pacífico vengo; con diez imágenes de una nación que se proyecta sobre la costa, que se alimenta de sus frutos, se levanta en ciudades y desafía los accidentes geográficos para comunicarse. Tendiendo puentes contra el tiempo y la distancia, les traigo luces desde Estados Unidos, como aquellas de los faros esbeltos que se desvelan por sus marineros, para compartir sus bellezas con Ustedes, como si hubiésemos viajado juntos.


"American Pacific Coast"

With ten waves from the immense Pacific Ocean, I come; ten images of a land that unfolds along its coastline, feeds off of its riches, rises in its cities and conquers its geographical challenges to remain united.  Extending bridges through time and distance, I bring you reflections from the United States, like those of its lighthouses, to share with you her beauty, as if we had made the trip together. 




Durante el mes de marzo del 2014, en la Embajada de los Estados Unidos de América en Montevideo, Uruguay, se presentará la muestra fotográfica “American Pacific Coast” de Marcelo González Calero. Una muestra de 10 fotografías, tomadas durante el viaje por la costa oeste, desde Seattle, Washington, hasta Los Ángeles, California.

Imagenes gentileza de la Embajada.



























Detrás de cámara.

La exposición fotográfica “American Pacific Coast” es el fruto de una expedición por la famosa costa americana del Océano Pacífico, registrando algunos de sus atractivos más conocidos y otros más escondidos. Una mezcla heterogénea de paisajes naturales, puentes, faros, pueblos, sequoias, y gente, enhebradas por la carretera 101, muchas horas de conducir, cientos de paradas y un poco de suerte para conseguir la mejor toma. Al momento de analizar las imágenes obtenidas, el nombre de la exposición debía surgir de manera rápida, pero siempre se teme cometer una injusticia o una falta de equilibrio en la elección final de tomas. Las exposiciones se realizan con un número generalmente pequeño de fotos en comparación con las  seleccionadas, generando más presión en la elección del nombre de la muestra. Decir que la costa pacífica se puede mostrar en 10 fotos, sería mentira, pero que ayudan a acercarse mucho a la idea es cierto. La exposición desplegada en la embajada americana es una muestra reducida, pero concentrada, pensada y seleccionada con mucha pasión para hacer la mejor justicia con el título.
Los viajes largos por lugares hermosos, con equipo fotográfico y tiempo acotado, son más fáciles de soñar que de concretar. Terminarlo con buenas tomas, el equipo sano y con vida, es más fácil decirlo que hacerlo, tomando en cuenta que el clima no siempre ayuda, algunas tomas arriesgan la pérdida total del equipo y los miles de kilómetros recorridos, implican vencer el sueño, el cansancio y las locuras de otros conductores, que por más de que en Estados Unidos el tránsito es ordenado, imprudentes hay en todo el mundo. El éxito de este proyecto radicó en la gran copiloto y compañera de viaje, experta en orientación, gran cebadora de mate, DJ, traductora en los momentos de aprietos y generadora de buena onda, fundamental para compartir un auto 24 horas. Si no queda claro, esto es el fruto de un trabajo en equipo, que sólo se ve el resultado de uno solo de sus integrantes, pero que desde la planificación e investigación, hasta el festejo final, su participación fue esencial. Muchas gracias.

Quiero compartir algunas fotos de ese viaje, el camino, el detrás de cámara, las fotos que yo no saqué. Iré publicando algunas fotos que me traen muy buenos recuerdos y les contaré el contexto.

Espero que les guste.


Klamath river.





Esta foto es en Klamath river, en el Estado de California. Un desvío hacia la costa, por un camino angosto, finaliza en este mirador sobre un cerro, con lugar para pocos autos, con una vista panorámica al Pacífico y a la desembocadura del río Klamath, que se abre paso entre la arena y los cerros forestados, con aguas azules y turquesa que contrastan con el agua oceánica. Es un mirador muy frecuentado para el avistamiento de ballenas, oportunidad que no quise desperdiciar, pero con mis binoculares y ganas, no conseguí ningún resultado. Un fotógrafo que estaba desarmando su equipo para retirarse, me contaba que hacía poco tiempo las ballenas habían visitado la zona costera, tal vez una hora antes les tendría una historia diferente. Dicen que Klamath viene de una deformación de maklaks, que significa “gente”, o gente de lago. Tal vez, antes los nativos entendían mejor que ahora, como los Mapuches, que todos somos “gente de la tierra”. Foto de TK.



La experiencia “Redwoods”







Pensando en el título de la siguiente foto, se me ocurrió que “experiencia” era uno bueno. No se puede decir que es un “paseo”, o que simplemente “conocí” un bosque lindo. No sería cierto, fue mucho más. Para mí, los famosos árboles gigantes, estaban en la lista de las cosas increíbles y difíciles de conocer, de acceder, como la NASA, las ballenas o las auroras boreales. Había tenido la oportunidad de ver árboles gigantes en los bosques del Olympic National Park, en la península del Estado de Washington, pero entrar a los montes de California fue un proceso mágico diferente. Uno llegaba a dudar si los árboles se volvían gigantes o si uno se estaba encogiendo. Parecía un verdadero paseo por la tierra de los súper árboles y así fue. Altos como rascacielos, uno al lado del otro, convertían al entorno en una proporción ilógica. La calle se volvía angosta sin cambiar un centímetro y el auto se volvía un impedimento para poder apreciar en su totalidad la magnitud de esos seres calmos. El silencio, la paz y esa sensación de caminar entre las piernas de abuelos centenarios, te generaba la impresión de estar entre personas. Era inevitable preguntarse qué pasaba en el mundo cuando esos árboles nacían, o cuántos humanos habrán visto pasar a sus pies, creyendo tener la última tecnología, quiénes los habrán creído dioses y cuántos los habrán cortado sin pensar en nada. Las sequoias son gigantes, eso no es novedad, yo aprendí que les llamaban “redwood”, madera roja y es cierto, es como si corriera sangre por sus venas. Uno se siente pequeño a su lado, como con las montañas de la cordillera, y en su idioma bajito te cuentan, si los sabés escuchar, que el tiempo es relativo, que la vida es corta incluso para ellos y que aquellos que vieron venir a caballo con armadura, también se creían invencibles. 

Ellos tienen el tiempo del mundo, uno, tiene que seguir viaje. Te vas y sentís que los dejas hablando solos, contando historias de visitantes, de tormentas, de cazadores. Es difícil despedirse, nadie quiere irse de un lugar donde se siente bien recibido, casi arropado. Por eso, mejor que decir adiós, es decir hasta pronto. Foto de TK.
 


Continuará...
 

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