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lunes, 22 de agosto de 2016

El filósofo moderno.

El filósofo moderno.





Caminando por el shopping, el filósofo moderno de pronto reflexionó.

Sintió que su conclusión era buena y mejor aún sería compartirla.

Tomó su teléfono y se preparó para publicarlo en Facebook.

Entonces pensó…

-Es una reflexión profunda para un medio tan frívolo. Mejor lo escribo en mi notebook con los otros pensamientos cuando llegue a casa.-

Al enfrentarse a su computadora ya en la tranquilidad del hogar, sintió que era un medio muy tecnológico para su composición intelectual y que sería mucho más adecuado escribirlo de puño y letra.

Arrancó de un cuaderno una hoja y con una pluma, se dispuso seguro a estilar.

Al contemplar su obra sintió que su caligrafía era mediocre y que no reflejaba en absoluto lo elevado y elaborado de su voluntad.

Entonces cuestionó la caligrafía y entendió que no era más que un adorno rebuscado y que lo esencial era el mensaje.

Lo meditó una vez más, para ser directo a la hora de transmitirlo.

Y pensó… -La esencia no es el mensaje, es el sentimiento anterior que me llevó a la construcción de la conclusión. Ése es el padre de todas las reflexiones.-

Entonces no lo discutió más. Se marchó a navegar por los mares del sentir, recostado en un sillón.

Al retornar satisfecho con lo que había experimentado, se dio cuenta que le inundaba una gran paz interior.

Se sintió feliz y deseó compartir su hallazgo. Pero lo inquietó mucho no saber transmitir ese aprendizaje con sus amigos.

Y perdió la paz.

Entonces tomó el teléfono súbitamente y en Facebook escribió su pensamiento. Estaba listo a compartirlo con la seguridad que le generaba esa gran contribución, cuando por su mente se cruzó…

-Con tantas publicaciones livianas alrededor, nadie notará la importancia.-

Se tomó un momento…

Borró todo y posteó la foto de un cachorrito.

Al ver sus amigos la publicación, todos pensaron –que extraño, cuanta frivolidad para un filósofo.-

Y pusieron “me gusta”.



MGC. 2016