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jueves, 19 de mayo de 2011

Lanzamiento del Perfume Bravío.

Trabajo realizado para Bespoke Events Chile, con motivo del lanzamiento del perfume Bravío de Ésika en Casa Piedra, Santiago de Chile. Las fotografías se encargan con el fin de documentar el trabajo de decoración de Bespoke, por lo que las tomas se realizan con la iluminación del lugar para capturar la ambientación en tonos, calidez y contrastes. Es la forma fiel de ver el lugar como se veía. Si se utilizara flash, este efecto desaparece por predominio de la luz blanca.





















Los invito a visitar la galería de imágenes de BESPOKE donde encontrarán más fotos sobre este evento y de trabajos anteriores.
Clickea el logo abajo.


Campaña verde.

Por un mundo mejor.

Todos podemos colaborar para tener un medio mejor, más verde, limpio y amigable. Comencemos con las pequeñas cosas cotidianas que están al alcance de la mano. Esa es la forma más rápida de cambiar el mundo.



Haciendo Click sobre la imágen, podrás ver todas las entradas relacionadas con la fauna, flora, paisajes, notas, lugares, etc, donde importa que un mundo mejor sea posible. No te lo podes perder.

lunes, 16 de mayo de 2011

Trabajo realizado para CDEM.


Producción nocturna realizada para el Centro de Derecho de la Empresa de la Universidad de los Andes. La fotografía fue tomada a los edificios de la Universidad, cercana a las 22.00 horas con trípode, apertura mínima y 60 segundos de exposición.

"De Generaciones"

"De Generaciones" es un cuento ficción, contado en dos cartas entre la abuela y la nieta, que viven en dos Departamentos (Regiones) de Uruguay. Comparten una misma época, son familia, viven en el mismo país, pero los tiempos cambian y las generaciones se separan cada vez más.

Las redacciones, principalmente la primera, intenta mantener el lenguaje natural y típico, a modo de registrar si se quiere, modismos que existieron y existen, pero no sé cuánto van a seguir existiendo. Por eso las mantuve a coste de caer en faltas de ortografía, creo que lejos de empobrecer, enriquecen.

Dicho esto, espero que lo disfruten.

Saludos.



"De Generaciones"


Rivera, 16 de junio de 1995.

Hola nietita, que lindas noticias, cuando recibí la cartita suya, le pedí a Marta la vecina ¿te acordás? que me leyera la carta y ahora te está escribiendo, porque yo no sé, por eso vos tenés que seguir estudiando. Tu mamá me ha dicho que todavía no tenés quién te lleve el apunte… Vos no te preocupés.

Escucha nietita linda lo que le voy a enseñar. Preste atención a la agüela, Usted ya es señorita y está en edá de merecer, pronto se vendrá casorio. Mozo guapo sabrá encontrar con sus encantos, pero de nada sirve si no sabe cocinar, porque el hombre de toda la vida se conquista por el estómago, lo del corazón viene después. Así que esta vieja gorda le va a enseñar a pelar gallina.

Vaya m´hija al gallinero, espante el gallo primero; traiga la que menos ponga que es la ley de la vida. Acordate m´hija lo que te dice la agüela, que el pollo es más blando, pero la gallina es más sabrosa aunque no se cueza en el primer hervor. Ya vas a entender cuando seas vieja como yo.

Agárrela de las patas y tuérzale el pescuezo sin asco, que mientras hirve la pava, la dejas colgando cabeza abajo. Pélela calientita que la pluma sale más fácil, sino hechale agua caliente qui pela el chancho, así sale la pluma y el canuto tuito. Córtele las patas y el cogote, abrala con cuidado, no le vayás a cortarle las tripas. No tirés el corazón ni los menudos, que con eso haces otra comidita rica.

Fíjate la cantidad de semillas que tiene en el buche, pensá que las come di a una y mirá todas las que come, fíjate que entre todas, siempre se come alguna piedrita.

Acuérdate que con un pollo al horno comen más bien pocos y que con arroz pucherean muchos, pero los huevos se comen tuitos los días. No es lo mismo ustedes dos solos que con gurises. Una sola se arregla con poco.

Acordate m´hija que con zenoria y papa queda rico, que se come en puchero, guiso y a la cacerola, que todas quedan ricas si las dejar reposar, pero el secreto y el mejor ingrediente, fue siempre y seguirá siendo el cocinar con amor. ¿Ta?

Te mando un beso grande y abrígate que hace frío.

La agüela.

Yo también te mando un beso.

Marta.

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Montevideo, 10 de julio 1995.

Querida abuela:

Recibí la carta que me mandaste, decile a Marta que muchas gracias, pero no me acuerdo bien de ella. Te cuento que estoy en quinto de escuela, me va bien con las notas y ya me decidí lo que quiero hacer de grande. Voy a ser oculista; mamá dice que para lo que hay que ver no necesita, pero cuando sea doctora la voy a curar así ve bien. Yo pienso que necesita, si no ve nada...

Hay un compañero de clases que me gusta, pero creo que no me quiero casar, por lo menos hasta después de facultad, Papá dice que soy muy chica todavía para novios. Le pregunté a Mamá si podía invitar a Mateo a cenar, como vos dijiste, pero ella dijo que más adelante y el pollo no le gusta a Mateo. Acá los pollos vienen sin plumas en una bandeja. ¡Abuela a mi me da asco comer el corazón! Cuando te vaya a ver prefiero comer milanesas o una hamburguesa, son mis preferidas con papas fritas. Mirta la señora que trabaja en casa, es de Artigas, ella también se arregla con poco.

Mamá no quiere gallinero, no tenemos jardín porque vivimos en un apartamento, solo me dejan tener un hámster. Le puse “tito”, corre todo el día en una rueda y le gusta la zanahoria, no zenoria, decile a Marta que se equivocó. Mamá siempre compra pollo al espiedo, dice que es más “práctico” porque se calienta en el micro ondas y cada uno come cuando tiene ganas. Igual cuando me case me podes enseñar la receta, yo cocino y Mirta me ayuda, pero que Mateo lave los platos ¿no? La maestra dice que ahora hay igualdad de derechos, yo no entendí mucho, pero es cosa de grandes, a mi me tocan los derechos de los niños. Los mandó a leer en casa.

Bueno, me voy a hacer los deberes. Abuela no digas que estas vieja y si estas gorda, tenes que cuidarte del colesterol. Como le dice Papá a Mamá, cocina con menos amor que me vas a matar del corazón.

Te quiero mucho abuela.

Besos

Tu nieta.

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Marcelo González Calero. 2011.

sábado, 7 de mayo de 2011

El niño Timbó.

- ¿Cuándo lo viste por última vez abuelo?

- ¿A quién?

- Al niño árbol…

- ¿Quién te dijo eso?

- Papá.

- Ah…

- ¿Es mentira?

- ¿Qué cosa…?

- Que se convirtió en árbol…

- No. Es verdad…

- No te creo… Pero en el caso de que fuera verdad, ¿vos sabes la historia?

- Sí… El día que falleció.

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- ¡¿En serio?! ¿Y te contó?

- Sí.

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- ¿Cómo se llamaba?

- Eustaquio.

- No puede ser, ese nombre es de abuelos…

- Antiguamente nos llamábamos así, era muy común del campo, pero yo me llamo igual desde que era niño, como él. No son nombres de abuelo.

Eustaquio fue el único hijo de unos vecinos, un matrimonio mayor que se dedicaban a la chacra. Eran muy sencillos pero trataban de darle todo lo que podían a su hijo, tratando de suplir las carencias que habían tenido ellos en la infancia. Eran buenas personas, de visitar poco, muy educadas y respetuosas aunque solo él había terminado la primaria. Ella nunca fue a la escuela. En casa siempre hablaban muy bien de ellos, además eran los únicos vecinos, casi que familia.

Eustaquio y yo nos criamos juntos, éramos muy buenos amigos y nos veíamos en la escuela, después de la escuela y los fines de semana. Nos veíamos siempre, si no había más nadie…

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- Viste, te dije. ¡No era un árbol!

- ¡Pará que todavía no termina el cuento!

- Pero si tu abuelo lo conoció… ¿entonces cuántos años tiene este árbol?

- Yo creo que casi noventa. Pero, espera que la historia sigue…

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- Apenas pudimos, empezamos a montar a caballo, los límites casi que desaparecieron, éramos niños libres por el campo, libres hasta que caía la noche, porque si no volvíamos con luz, mi padre me entraba de un alpargataso en el que te dije…

Pero la alegría no duró mucho. Me enteré un día que no fue a la escuela. Pero tampoco fue el siguiente, ni en toda la semana. Al poco tiempo dejo de asistir. La maestra le llevaba las tareas a la casa para que no se atrasara.

- ¿Qué le pasó?

- No sabían… No se sabía mucho en esos años.

Los padres le dieron yuyos, llamaron a un “huesero”, mis padres le dieron unos pocos pesos que tenían, pero ni cerca quedaron de poder llevarlo a Montevideo para que lo viera un médico.

- ¿Y la ambulancia abuelo?

- No habían m´hijo…

- ¿Y…?

- Y se fue quedando quieto, y cada vez más quieto y quedó postrado en una silla.

Los padres estaban desconsolados y mis padres ayudaban como podían.

Eustaquio vivía entre la cama y la pitanga. Allí se sentaba a la sombra los días lindos. Yo lo visitaba después de la escuela y le contaba lo que aprendía. La maestra lo visitaba a veces y le leía cuentos.

Un día me dijo que la maestra le había leído una leyenda guaraní, de un indio que le creció un árbol de la oreja. De una oreja negra.

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- Viste, me estas mintiendo de nuevo…

- Yo le dije lo mismo a mi abuelo. Pero el cuento sigue.

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- No te miento... Eustaquio empeoró, ya no salía de su cuarto. Pasaba acostado, no podía moverse y a mí no me dejaban verlo. Entonces fui a la escuela y le pregunté a la maestra dónde había un árbol como ese del cuento. Me dijo que en la plaza de la ciudad.

- ¿Fuiste?

- Sí, falté a clases y me fui a caballo.

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- ¿Y qué le dijeron los padres?

- Dijo que nada, que llegó con el último rayo de sol, que lo miraron serios, pero que siguió derechito al cuarto. No le dijeron nada.

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- Al otro día, después de la escuela lo fui a ver. Ya no hablaba. Le puse la “oreja” en la mano, la tenía cerrada, apretada, pero la pudo empuñar y los ojos le brillaron. Le brillaron como cuando andábamos a caballo. Y ese fue el último día que lo vi.

- ¿Qué pasó?

- Lo enterraron cerquita de la chacra, porque en ese entonces no había cementerio acá, no lo habían creado, uno tenía que morirse en otra ciudad…

- ¿Dónde lo enterraron?

- Ahí, donde está el Timbó…

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- ¡¿Acá?!

- ¿No te digo…? ¡Ahí…! ¡Donde está ese árbol!

- ¿Entonces es cierto que se convirtió en árbol…?

- Yo le pregunté lo mismo…

- ¿Y qué te dijo...?

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- Yo ya te conté la historia, vos sacá tu conclusión...



Marcelo González Calero. 2011.

viernes, 6 de mayo de 2011

"El Raviol" por Gustavo Guichón. Contra la Pasta Base.


Porque la "pasta base" también cruzó las porteras del campo.

El sueño de Don Héctor.

De los primeros pobladores de la zona, mi familia y yo fuimos de los últimos, creo que después de nosotros, todas las otras familias que fueron llegando pertenecían al grupo de “gente nueva”. Nos mudamos a una casa que ya existía, una de las primeras construidas, que según dicen era una fábrica de baldosas, la explicación de porqué las veredas estaban hechas de baldosas diferentes, como de cada pueblo un paisano, serían las que sobraban de las partidas y no se vendían, supongo…

Estábamos muy cerca de Montevideo, pero parecía el medio del campo, no pasaban autos, no pasaba gente, no pasaba nada.

Poco a poco fuimos conociendo a los vecinos, Doña “Chicha” y su marido, una pareja mayor que había venido desde el Departamento de Rocha, del Camino del Indio, años atrás “antes de que vos nacieras” decía. A su marido lo vi dos veces de lejos, luego enfermó y falleció. No tuve la suerte de conocerlo, pero nos dejó a todos el nombre de la calle, “Los Sauces”. Si van ahora no los van a encontrar porque un día vinieron a realizar obras de la Intendencia y cortaron todo, parece, con el correr de los años que fue porque sí, nunca tuvo sentido y nada plantaron, ahora solo queda el nombre y la historia, pero Doña Chicha siempre recuerda los árboles de su finado marido.

Al otro lado el “Chito”, más allá un obrero de la construcción, que gustaba de pasar por el bar los días de cobro y osaba volver en bicicleta por aquellas calles oscuras que ni soñaban ver alumbrado público. Más de una vez se le acortaba la calle y salía medio mojado con bicicleta y todo de las canaletas de desagüe a los lados del camino. De niño me causaba gracia, no entendía mucho que le pasaba, yo andaba en bicicleta y no me pasaba eso… A los adultos no les causaba mucha gracia.

Al fondo una familia, una pareja mayor con una sola hija; recuerdo hasta el día de hoy que los sábados mientras jugábamos con mi hermano en el fondo, aparecía por sobre el muro lindero subido a no sé qué, y nos regalaba una bolsa de supermercado llena de limones de los árboles que tenía. Pocas veces más vi árboles con tantos limones como aquellos. Falleció hace varios años, pero todavía me parece ver la cabeza salir de atrás del muro.

Vecino de él, vivía una familia, un matrimonio casados en segundas nupcias y dos hijos, más grandes que yo, que abrieron un almacén luego de que cerrara el único que existía cuando nos mudamos. De esta familia les voy a contar más adelante.

El viejo almacén, quedaba a cuatro cuadras de mi casa, estaba casi sobre el monte del lago y funcionaba en su domicilio, en lo que sería el living. Allí había un mostrador de madera oscura por los años, con unos carameleros de vidrio agrupados de a cuatro, de la época de mis padres, según decían; al fondo estantes con algunos pocos comestibles, latas, arroz, fideos, harina, yerba, azúcar, los infaltables cigarros y tabaco para armar y no mucho más, era bien básico y caro. Mucho más no veía por mi altura. Había una heladera vieja que casi nunca tenía leche y el pan que estaba en un estante, tenías que revisarlo, porque era común encontrar las puntas “coquitos” comidos por los ratones. Eso era todo un problema, porque además de que había que reclamarlo para que lo cambiara, el gordo cincuentón malhumorado, siempre decía que era porque se golpeaba la punta cuando los ponía en el estante. Pero no, las rayitas de los dos dientes estaban claras. Nadie hablaba del Hanta en esa época. Al final lo cambiaba de mala gana, pero se lo vendía a otro, porque lo dejaba en el estante.

Así volvíamos a casa con los “mandados” y comiendo el coquito del pan, que para la hora de la merienda siempre teníamos hambre después de un largo día de juegos por los bañados y montes de alrededor. Esa maña estaba permitida, porque lo de “llenarse con pan” estaba prohibido, decían que después no comíamos la comida. Mentira, siempre repetíamos.

Al salir cruzábamos la cancha de futbol del barrio. Tenía un solo arco de palos de eucalipto y la mitad se inundaba cuando llovía; tanto que una de las puntas era como un bañado miniatura. Pero era suficiente para jugar algún partido. Ahora hay una cooperativa con decenas de viviendas. Para mí, esos son los nuevos vecinos, la gente nueva, no conozco a nadie.

Un día ese almacén cerró y hubo una crisis en el barrio. Era el único tema de conversación, ya que había que “viajar” prácticamente para hacer compras básicas y nadie tenía automóvil. El que se manejaba mejor tenía moto, pero serían uno o dos, y eran esas Hondas 50cc, las “honditas 50”, con más años que la injusticia.

Pasaron unos meses hasta que abrió el nuevo almacén.

“La Granjita” se llamó, lo atendía el matrimonio que les conté, fue un suceso en el barrio; del otro lugar nadie sabía nada, solo quedó el “pegotín” de la propaganda de “Rollito de Van Dam” y “Tico Tico” de Pernigotti.

Así conocí a Don Héctor, recibiendo a los nuevos clientes. El nuevo almacén del barrio, parecía de un nuevo mundo, estaba pintado e iluminado y vendían fruta y verdura. Era como un hipermercado en comparación. Con las sucesivas visitas fuimos conociendo a este señor, muy respetuoso, de ojos grises, pelo castaño más bien rubio, alto, como de un metro noventa, robusto y manos grandes de esas que demuestran historia de trabajo. Así recuerdo a Héctor, siempre te regalaba una sonrisa de dientes blancos, pero no hablaba mucho, era muy tímido, cosa rara para alguien que trabaja con público, pero la señora era lo opuesto, solo bastaba decir ¡Buen Día! y tenías asegurado una hora de conversación unilateral sin comerciales, era increíble. Cuando esto sucedía y estaba Héctor presente, él solo se limitaba a mirar, escuchar y asentar con la cabeza, solo interrumpiendo su respeto para atender a otro cliente que esperaba, porque la cajera estaba conversando muy apasionadamente. Luego seguía en silencio. Ella conversaba, preguntaba y se respondía, mientras intercalaba todos los cuentos y “chusmeríos” de los vecinos. Para escapar de la conversación, había que salir de un salto por la puerta cubierta de cintas plásticas de colores, para ahuyentar las moscas, con cuidado de no pisar el perro que dormía en la entrada, esquivar la bicicleta tirada de algún gurí y embocarle al puentecito sobre la zanja. Si lograbas eso, estabas salvado.

Pero cuando atendía Héctor se podía dialogar, y nos contaba que él había trabajado en la arenera Calcagno, de hecho parece que con la plata del despido, cuando cierra la empresa, es que abre el almacén. Tenía fascinación con el lago, el lago donde había trabajado 20 años, que estaba a dos cuadras de su casa, que le regalaba las tardes de mate, de pesca y de reflexión oriental.

Con mi hermano por el 2001 comenzamos a entrenar en Remo clásico, en los entrañables singles finos y largos que surcaban las aguas como filo de cuchillo, disfrutamos las tardes cruzando el lago, dejando atrás los pequeños remolinos de los remos que entraban y salían del agua como sin querer molestar, fueron tiempos hermosos que nos regaló el lago y el poco tiempo que duró la presencia del Club Nacional de Remo. Al igual que nuestra pasión, los ojos claros de Héctor se iluminaron cuando le contamos. Parecía que revivía con cada palabra, con cada cuento, con cada competencia. Decía que era su sueño y que los recuerdos más felices eran cuando en una vieja lancha sin motor, salía a dar una vuelta por el lago, con unos pesados remos de madera, de bote de pescador. ¡Qué bien que lo pasaba! Decía siempre, añorando volver a remar. No hablaba mucho más, pero se le notaba en los ojos que él seguía pensando, recordando, dando un cortito viaje hasta el lago, hasta el recuerdo. Parecía que quería volver a la niñez, subirse a la bicicleta y salir con nosotros hasta el lago, y remar, remar, libre, tranquilo y en paz.

Las compras en el almacén se transformaron en recreos, eran los momentos para salir de atrás de la caja registradora y soñar, yo creo que con ser libre. Decía que la vida era perversa porque antes no podía salir porque no tenía plata y ahora que tiene unos pesos, es esclavo del negocio. Igual un día se escapó hasta el lago y nos vio remar desde la otra orilla. Contaba orgulloso que nos había visto.

Un día el obrero, ya capataz, se fue de la casa; nunca más lo vi. En el quincho quedó la mujer, el hijo mayor y dos hermanos mellizos. La mujer salió al mundo como liberada de una prisión. Comenzó a frecuentar el almacén y entabló una relación de amistad con la mujer de Héctor. Cada vez más apegada, cada vez más permanente. Con el correr del tiempo pasó a estar de día en el comercio y de noche en la casa. La mujer fascinada; Héctor solo dijo: “esta mujer está destrozando el matrimonio”.

La situación pareció ir empeorando y Héctor parecía sonreír solo cuando lo visitábamos.

Un día la cara de mamá decía que algo había pasado. “Dicen que Héctor se suicidó de un tiro en la cabeza en la orilla del lago”. Nunca más me olvido.

No podía ser, no podía creerlo. Solo por esas cosas del destino no fui yo el que lo encontró, siempre iba al lago a pescar, a cazar, a pasear. Pero esa mañana lo encontró un pescador, ya sin vida. Fui enseguida al almacén a ver la señora. Ella contó todo, pero nunca demostró tristeza, lo contaba enojada, y terminó diciendo “fue un cobarde”.

Nunca más fui a la Granjita, nunca más quise ver a la mujer, nunca asumí que Don Héctor había fallecido. No sé por qué. No lo conocía mucho, solo por esas pocas cosas que contó, habló poco, pero tal vez esas sonrisas, la mirada nostálgica, el sueño de volver a esos tiempo que añoraba y el cariño con el que conversamos, hizo que nos conociéramos pero por la pasión en común.

Tal vez ahora se sienta libre y pueda remar tranquilo, en paz y sonriente por el lago de Calcagno.

En memoria de Héctor.

QEPD.


Marcelo González Calero. 2011.

domingo, 1 de mayo de 2011

Culminó otra Criolla, la del Bicentenario.


Nota original.

Culminó otra Criolla del Parque Roosevelt, esta vez en la edición conmemorativa del “Bicentenario de la Revolución Artiguista”. Decenas de miles pasaron por el parque en una Semana Santa que si bien no fue perfecta en clima, ayudó a aplacar el polvo de otros años. Una criolla que se debatió en el ruedo, donde los gauchos salieron a desafiar los potros bravíos, para ganarse el merecido reconocimiento de una vuelta de honor con el pabellón flameando en el viento y con el sol más sonriente que nunca ante una multitud de aplausos y ¡Vivas! que mantienen la esencia misma de los orientales ardiendo en los corazones. Un ruedo que sigue siendo una enseñanza de sociedad, un mensaje a la ciudad, dicho con el silencio del hombre de campo, callado, pero no tonto. Un lugar donde convive la tradición, la historia y el presente, donde se reúnen representantes de todo el país, donde cada uno viste sus mejores pilchas en el afán de ser mejores, elegantes, con sus mates y bombillas de oro y plata, con cinturones adornados, con los grandes facones cruzados en la cintura brillantes de metales preciosos. Así se vive el orgullo de una fiesta tradicional donde algunos sufrieron la desgracia de lesiones, a los que les mando un gran saludo y pronta mejora para poder volverlos a ver sobre las fieras llenas de sangre salvaje y libertaria.

Un ruedo que como decía anteriormente, conviven en paz todos “armados” y no hay problemas, ni antes, ni durante, ni después; ni de noche, ni de día; ni con asado, ni con vino, ni con mujeres.

La respuesta es una sola. Existe respeto.

Pero un día aparecieron unos “activistas” de los derechos de los animales, que por muy noble que sea su causa, entraron al ruedo a protestar, a dejar un mensaje, pero de una forma incorrecta. Entraron sin permiso, ocuparon el ruedo y una vez que se les dejó el tiempo suficiente para que se expresaran, entonces siguieron faltando el respeto y no querían abandonar el lugar. Entonces fueron retirados. Perdieron su derecho al respeto, por el simple y viejo hecho de que “los derechos de uno terminan donde empiezan los derechos del otro”. Una frase tan olvidada como el uso del “sentido común”. Así se debatió el derecho animal en la Criolla.

Pero no fue la última tampoco, porque estuvo presente durante toda la criolla, la polémica propuesta de los proyectos varios para el Parque Roosevelt. Durante la semana se volanteó un folleto donde se “vendía” el “sueño del empresario” pues el proyecto propone una especie de Shopping Mall y el Inversor le entrega folletos a los “pobres” como dice Mujica, porque según Mujica es la “Criolla de los pobres”, para que inviertan en el nuevo Shopping que se construiría en un predio forestado donado con la condición de uso público. Y el problema es que los diferentes actores políticos hacen oídos sordos, y el Sr. Intendente Carámbula dice que el Parque sin inversiones es un foco de venta de droga, prostitución y delincuencia. Muy bien señor intendente, la culpa de la delincuencia es el monte, parece que la solución sería matar al mensajero, o cerrar los ojos, o hacer un Shopping, porque dice que en tantas hectáreas “hay espacio para todos”, entonces hacemos una plaza de comidas con vista al ruedo, que lo van a iluminar, y la gente puede comer en Mc Donald´s mirando los gauchos tomando mate. ¡Ta´bueno! Parece la canción de Santa Marta. ¡Vaya sorpresa! Y nadie dice que no se haga el Mall, pero si el monte es tan grande y el edificio ocupa tan poco, en el razonamiento “lógico” que nos da el intendente, los delincuentes… ¿no se irán para otra parte del monte? Las razones son muy básicas y la excusa del Parque es porque no hay que comprar la tierra, ¿o existió esta polémica con el Geant o con el Shopping de la Costa?

Es tanta la ambición de realizarlo y tan pocas las ganas de dialogar, que cuando se presentaron el Sr Presidente Mujica y la Señora y el Sr Intendente Carámbula y Sra. a los Leones, fueron a defenderse sin ataques y a explicar que era bueno, pero no ofrecieron nada de ayuda para una obra benéfica, a la que deberían ponerle tanto énfasis como al Shopping, porque es la “criolla de los pobres” porque todo lo recaudado de esos “pobres” se invierte en ayuda para la gente más necesitada, porque la gente más necesitada no recibe en tiempo y forma la ayuda del Estado. Entonces Sr. Intendente haga el siguiente razonamiento lógico como el del foco de delincuencia:

Si Usted y su intendencia no lo pueden hacer y no lo están haciendo, deje hacer y ayude en lo posible para que se haga lo que Usted debería hacer. Hay gente que no tiene tiempo para esperar, como dijo Artigas: "Las causas de los pueblos no admiten la menor demora." Sepa que hay gente que su “causa” es ayudar.

Tal vez si pensaran con un poco más de profundidad o amplitud, se darían cuenta que todo puede pasar al mismo tiempo, y si apoya a los Leones tal vez todo mejore y si apoya a la policía se termina la delincuencia y si se crea el servicio de guarda parques, entonces no se robarían todo lo que invierten los leones para las criollas todos los años y podrían seguir avanzando y ayudando.

Tal vez el problema y el debate sea que aunque no quieran decirlo quieren tener una criolla de “ricos” como en Montevideo, pero en la costa es una criolla mas Top, porque tiene Shopping Mall y “lentes con cadenita” diría Jaime Ross y el partido queda “contentaso”. Un golazo.

A ver… parece que desde el público gritó alguien… ¿Qué dice?

- ¡No venderé el qué? ¿Rico, Bajo? No escucho…

¡¡Ahhh!! Ya entendí. Dice: “No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad” Me suena esa frase… debe ser porque se conmemora el bicentenario de la revolución…

- ¿Del “Che”?

- No, de Artigas. El que dijo esa frase…

Y en 200 años “se nos quedo el maleficio / de brindar al extranjero / nuestra fe nuestra cultura / nuestro pan nuestro dinero / hoy les seguimos cambiando / oro por cuentas de vidrios / y damos nuestra riquezas / por sus espejos con brillos.” Como dice la canción “La maldición de malinche” Porque en los 200 años de la conmemoración de la Revolución Artiguista, seguimos debatiendo lo que debería estar claro, seguimos viendo que no importa el color y el pelo, cuando se viene de intereses entonces no hay derecha ni izquierda, no hay Derecho, ni Constitución, ni Bicentenario que valga, prima el antojo y a joderse, “y el que lo entienda primero que no se ponga tan duro” que no soy dueño de la verdad ni mucho menos, pero lo que acá cuento y escribo yo lo vi con mis propios ojos, sí señor.


Marcelo González Calero.



Miércoles 04.05.2011

La criolla del Roosevelt

Obra social con años

Marcelo González | Canelones

@| "Culminó otra Criolla del Parque Roosevelt, esta vez en la edición conmemorativa del `Bicentenario de la Revolución Artiguista`. Una criolla que se debatió en el ruedo, donde los gauchos salieron a desafiar los potros bravíos para mantener la esencia misma de los orientales ardiendo en los corazones.

Pero no fue el único debate, porque estuvo presente durante toda la criolla la polémica propuesta de los proyectos varios para el Parque Roosevelt. Durante la semana se volanteó un folleto donde se `vendía` el `sueño del empresario` pues el proyecto propone una especie de Shopping Mall y el inversor le entrega folletos a los `pobres` como dice Mujica -porque según Mujica es la `Criolla de los pobres`-, para que inviertan en el nuevo shopping que se construiría en un predio forestado donado con la condición de uso público. Y el problema es que los diferentes actores políticos hacen oídos sordos y el Sr. Intendente Carámbula dice que el Parque sin inversiones es un foco de venta de droga, prostitución y delincuencia.

Muy bien, señor intendente, la culpa de la delincuencia es el monte. Parece que la solución sería matar al mensajero, o cerrar los ojos, o hacer un shopping. Dice que en tantas hectáreas `hay espacio para todos`, entonces hacemos una plaza de comidas con vista al ruedo, que lo van a iluminar, y la gente puede comer mirando los gauchos tomando mate. ¡Ta` bueno! Parece la canción de Santa Marta. ¡Vaya sorpresa!

Nadie dice que no se haga el mall, pero si el monte es tan grande y el edificio ocupa tan poco, ¿no se irán para otra parte del monte los delincuentes, Sr. Intendente? Las razones son muy básicas y la excusa del Parque es porque no hay que comprar la tierra. ¿O existió esta polémica con el Geant o con el Shopping de la Costa? Es tanta la ambición de realizarlo y tan pocas las ganas de dialogar que cuando se presentaron el Sr. Presidente Mujica y Sra., el Sr. Intendente Carámbula y Sra. a los Leones, fueron a defenderse sin ataques y a explicar que era bueno, pero no ofrecieron nada de ayuda para una obra benéfica, a la que deberían ponerle tanto énfasis como al shopping. Es la `criolla de los pobres` porque todo lo recaudado de esos `pobres` se invierte en ayuda para la gente más necesitada, porque la gente más necesitada no recibe en tiempo y forma la ayuda del Estado. Entonces, Sr. Intendente, haga el siguiente razonamiento lógico como el del foco de delincuencia: si usted y su intendencia no lo pueden hacer y no lo están haciendo, deje hacer y ayude en lo posible para que se haga lo que usted debería hacer. Hay gente que no tiene tiempo para esperar, como dijo Artigas: `Las causas de los pueblos no admiten la menor demora`. Sepa que hay gente que su `causa` es ayudar.

Todavía retumba el `No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad`. ¿Conocen esa frase? Debe retumbar porque se conmemora el bicentenario de la revolución… ¿Del `Che`? No, de Artigas. El que dijo esa frase… Porque en los 200 años de la conmemoración de la Revolución Artiguista seguimos debatiendo lo que debería estar claro, seguimos viendo que no importa el color y el pelo cuando se viene de intereses; no hay derecha ni izquierda, no hay Derecho, ni Constitución, ni Bicentenario que valgan. Prima el antojo y a jorobarse, `y el que lo entienda primero que no se ponga tan duro` que no soy dueño de la verdad ni mucho menos, pero lo que acá cuento y escribo yo lo vi con mis propios ojos, sí señor".


Click en la foto para ver nota en "Ecos" El País digital.