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jueves, 23 de mayo de 2013

Las manos de mi abuela.




Hace tiempo que perdí sus caricias,
Pero nunca deje de sentirlas.
Sus manos eran suaves,
Siempre estaban tibias.
Siempre, aunque le hirviera la sangre...
Nunca sentí sus manos calientes,
Nunca las sentí frías,
Casi diría, a una temperatura patentada para ella.
Exclusivamente tibias.

Sus manos estaban siempre prolijas.
Solía contarme que en la Escuela de su tiempo,
La Señorita Maestra las ponía en fila y les controlaba que estuvieran prolijas y limpias.
Siempre tuvo sus uñas delicadamente cuidadas,
Pintadas y limadas. Sanas.
Tal vez todo comenzó sin percatarme,
En aquella Escuela Pública, que recordaba con tanto cariño.
Sus manos de mujer elegante...
Sí, de otros tiempos. De Señora.

Pero no delataban de ninguna manera,
Que esas mismas manos, hacían de una casa un hogar,
Y de la harina blanca, los mejores tallarines caseros.

Seguro no querría que escribiera sobre sus manos.
Sí, siempre tibias.

La extraño mucho,
Pero cuando sueño con mi abuela,
Siempre siento sus manos en mi cara.
Siempre tibias.
Ni frías, ni calientes.
Tibias.

¡Un besote abuela!

Marcelo.

2 comentarios:

  1. Hermosos sentimientos y recuerdos Marcelo, que no dudes que trascenderán este mundo terreno, llegando a ella y a su también cálido corazón... por que no, quizás en alguna noche, en alguna siesta, estarán junto a ti cuidando de tus sueños y de tu buen reposo...como lo hizo siempre...

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  2. Precioso poema!
    gracias por escribirlo.

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