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martes, 12 de junio de 2012

Un blues para el adiós.




Un blues para el adiós.

Llueve en Santiago, llueve en Argentina, y llueve en Uruguay. Lloran los ángeles, los corazones, lloran las guitarras, llora el blues y lloro yo.

Qué pasa en esta tierra, que se van los buenos, los cantantes, los artistas y no entiendo yo…

¿Qué pasa con la gente que no quiere la gente? ¿Qué pasa entre nosotros?

Ayer vi el informativo argentino y entrevistaron a un joven de mi edad. Estaba en la calle protestando, con su familia llorando y gente apoyando. Le habían matado a su hermano. Él decía que su hermano era buena gente, tenía 25 años, que lo habían asesinado en un asalto.

Hablaba con la desolación que sólo alguien que sufrió lo mismo puede saber. Hablaba ante las cámaras, ante los periodistas que hacían eco de su dolor, de su protesta, cuando todo recién empieza, cuando todavía no entendes nada. Hablaba y tartamudeaba, hablaba y se trancaba como tartamudeaba y me trancaba yo, y trataba de explicar que su hermano era una buena persona, y quería explicar que lo habían matado injustamente, como expliqué yo, como tratas de defender el honor desgarrado. Te matan a tu hermano y solo podes defender su imagen en la televisión; te queda una sensación amarga, pero lo defendimos mi amigo, lo defendimos, tenelo presente, aunque sea muy poco, lo sé. Pero también sabe, que mientras enterrás a tu hermano de 25 años, el asesino vagará libre, y tené presente que mientras vos das explicaciones sobre las cuales nadie debería dudar, él no dirá nada. Y mientras vos empezás a morir lentamente, él solo dará explicaciones de las razones. Lo juzgarán por un precio infinitamente menor al que pagó tu hermano y todo eso si lo atrapan.

Y a uno, solo le sale hablar de la hermosa persona que era, cuando todo se resume en decir parado con orgullo “era mi hermano”, ¡Es mi hermano! y lo seguirá siendo por lo siglos de los siglos, como el matador será un asesino por siempre y nadie debe dudarlo.

Y qué nos pasa… Si parece que descubrimos la muerte cuando nos golpea la puerta, cuando se lleva un hermano, cuando derrama sangre roja de injusticia.

¡¿Qué pasa que no nos retorcemos por el dolor ajeno?!

¡¿Por qué sigo vivo y conciente, por qué condenado a semejante traición a mis valores, mi moral y mi amor?!

¿Por qué vivir para estar vivo?

¿Por qué creemos en la justicia y explicamos lo injusto que fue, como si fuera suficiente remedio para deshacer la tragedia?

Que tristes inocentes fuimos amigo, que nos llevaron al infierno, creyendo en lo justo… Hoy ardemos llama firme en este infierno despreciable que no entibia el alma fría, ni calienta para doblegar los corazones, qué misterio esta tortura, que no mata pero no cura y te destaza con los ojos abiertos. Qué poco hombre resultó el diablo, que se llevó mi hermano mientras yo dormía. Ahora escapa cual tierno ternero y poco fuego tiene para mi cuerpo, que vivo sigo e inmune a su veneno, pero sufro por mil infiernos, por no tener a mi hermano. Qué envidia sientes por causar dolor igual.

Y llueve mansito, acá en Santiago, en tu corazón mi amigo, en la familia de los pilotos que esperan una esperanza, que piden un milagro, que aparezcan si es posible sanos, y llueve en Montevideo y los barcos buscan y por aire miran y las olas rompen y el barro oculta y llueve en el Río de la Plata…

Que bien nos vendría un blues Adrián Otero, que bien nos haría un mimo al alma, de esos que sabías dar con esa voz ronca. Cantale uno a mi hermano por favor, juntate con Pappo, júntense todos, que allá hay unos cuantos amigos y familiares, allá está buenísimo, acá está jodido hermano.

Es difícil decir adiós, lo sé, nunca es momento adecuado, Ustedes se fueron de un salto, tal vez eran peores que nosotros para el “chau”, pero un último abrazo…, una canción más…, una sonrisa, un asado…, te sigo esperando… ¡Venite! Ponemos la Clarín y escuchamos unos tangos, nos tomamos unos mates, planificamos un poco… Qué bueno sería…

Nos van sacando de a uno de esta cinta transportadora que es la vida, nos secuestran sin respeto y sin permiso, sin tiempo y sin aviso y todo porque sí.

Escuchá la lluvia, como cae suavecita, cerra los ojos…, sentí el ritmo, que el ritmo es vida como el corazón y el silencio es dolor cuando se apago tu voz.

“Ya es hora de irnos de acá.
Busquemos un lugar, en algún rincón del mundo
donde estemos siempre juntos, ¡siempre!”

(Adrián Otero)

Ojalá lo encuentres a ese rincón, con mi hermano lo buscamos, ojalá lo encuentren y lo encontremos todos, así nos cantamos abrazados un blues del adiós, de adiós a este sistema de mierda.

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