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jueves, 23 de mayo de 2013

Las manos de mi abuela.




Hace tiempo que perdí sus caricias,
Pero nunca deje de sentirlas.
Sus manos eran suaves,
Siempre estaban tibias.
Siempre, aunque le hirviera la sangre...
Nunca sentí sus manos calientes,
Nunca las sentí frías,
Casi diría, a una temperatura patentada para ella.
Exclusivamente tibias.

Sus manos estaban siempre prolijas.
Solía contarme que en la Escuela de su tiempo,
La Señorita Maestra las ponía en fila y les controlaba que estuvieran prolijas y limpias.
Siempre tuvo sus uñas delicadamente cuidadas,
Pintadas y limadas. Sanas.
Tal vez todo comenzó sin percatarme,
En aquella Escuela Pública, que recordaba con tanto cariño.
Sus manos de mujer elegante...
Sí, de otros tiempos. De Señora.

Pero no delataban de ninguna manera,
Que esas mismas manos, hacían de una casa un hogar,
Y de la harina blanca, los mejores tallarines caseros.

Seguro no querría que escribiera sobre sus manos.
Sí, siempre tibias.

La extraño mucho,
Pero cuando sueño con mi abuela,
Siempre siento sus manos en mi cara.
Siempre tibias.
Ni frías, ni calientes.
Tibias.

¡Un besote abuela!

Marcelo.

martes, 21 de mayo de 2013

Viviré.



Hay gente que piensa que todo lo que escribo acá es para lucirme,
Para hacer alarde como un "sabiondo", como me dijeron una vez.
Pero nada más alejado, erroneo y egoísta pensar así.
Es dar, compartir, vivir, discutir, incluso preguntar,
Pues todas las afirmaciones son preguntas en si mismas.
Preguntas a Ustedes, a la vida y los más sabios,
Jóvenes y mayores, estudiosos y vividos, con y sin título,
Reconocidos y anónimos.
Preguntas a mi mismo.
Lo que se escribe aquí, es aprender,
Tal vez me equivoque,
Pero igual es aprender, aprender y nuevamente aprender.
De niño me enseñaron que haciendo se aprende,
Y que el que no hace, no se equivoca,
Y nuevamente el que no se equivoca,
No aprende.

Correré el riesgo. Equivale a: viviré!
No se puede vivir pidiendo permiso.
Bastante tenemos con las obligaciones,
Para andar agregando "burrocracia" con dos "r".
Ni los errores de otro, ni la experiencia ajena, es la que más enseña,
Pero enseña un poquito,
Un poquito solo, y pero solo, cuando se comparte.
Que el fuego nos siga uniendo para contar experiencias,
Si no están en mi fogata, todavía,
Arrímense a compartir el calor de la buena charla.


Están invitados.


Saludos.


Marcelo.

domingo, 12 de mayo de 2013

Robinson Alonso Vargas Acevedo es un Homicida.



Robinson Alonso Vargas Acevedo es un Homicida. Diego Federico González Calero, Inocente.

12 de mayo 2013.

Nosotros, la familia de Diego Federico González Calero, a un año y siete meses de su injusto homicidio, queremos comunicar que la justicia ha condenado a Robinson Alonso Vargas Acevedo como autor material del delito de homicidio en grado de consumado.

El día 02 de Mayo de 2013, se celebró la audiencia de juicio abreviado, ante el Juzgado de Garantía de Pichilemu, con el objeto de determinar la responsabilidad penal del acusado Robinson Alonso Vargas Acevedo, en el homicidio de Diego Federico González Calero.

En dicha instancia, Vargas Acevedo aceptó tanto la acusación formulada en su contra por el Ministerio Público y los querellantes, como los antecedentes en que se funda, los que fueron obtenidos durante el transcurso de la investigación. 

En consecuencia, el referido tribunal, una vez realizados los alegatos por los intervinientes emitió su veredicto, condenando a Robinson Alonso Vargas Acevedo como autor material del delito de homicidio en grado de consumado, en contra de Diego.

Esta decisión de condena, vinculada a la aceptación por parte del condenado Vargas Acevedo de la acusación del Fiscal y de la parte querellante -en la que expone una relación fáctica de la acción homicida-, constituyen la verdad judicial respecto de la muerte de Diego.

En razón de lo anterior, es posible afirmar categóricamente que, en primer lugar, la acción desplegada por el homicida Vargas Acevedo no  se trató jamás de un acto de legítima defensa como se sugirió en algún momento.

Esta afirmación, se sustenta lógicamente consignando que de haber ejecutado una acción defensiva, ciertamente no hubiese sido condenado por delito alguno. Más evidente se hace aún, al recordar que los disparos que dieron muerte a Diego, fueron realizados cuando él huía de Vargas Acevedo, es decir, altanera y cobardemente por la espalda.

Lo anterior, nos entrega también la certeza que Diego jamás intentó perpetrar el robo de ningún bien de Vargas Acevedo, así como tampoco hubo intento de su parte de ingresar a la casa de este sujeto; nuevamente, de haber sido así, la ya desvirtuada legítima defensa alegada por Vargas Acevedo, lo hubiese eximido de su responsabilidad penal, ya determinada por la sentencia condenatoria dictada en su contra.

En definitiva, podemos decir con absoluta seguridad que no existe otra causa en la muerte de Diego González Calero, más que la acción despreciable de Robinson Vargas Acevedo, quien le disparó a Diego por la espalda, cuando éste no tenía posibilidad alguna de defensa para intentar repeler el ataque de quién fuera a la postre su homicida.

Dicho tribunal  lo condenó a tres años de prisión remitida, dejando a un homicida de sangre fría y de carácter violento entre la población inocente de Pichilemu. 

Lamentamos que la justicia chilena entienda que un homicida no deba cumplir su pena en reclusión y lo equipare en lo cotidiano con ciudadanos de bien.

Tampoco sentimos que tres años sea justo, cuando se trata de un hecho que provocó la muerte decidida, con arma de fuego y por la espalda con consecuencias eternas. 

Robinson Vargas tuvo posibilidad de defenderse con su abogado ante la Justicia de su País y pese a haber mentido, se le dieron todas las garantías y la Justicia luego lo encontró culpable. 

Lamentamos que la familia del asesino deba sufrir las consecuencias del accionar de su hijo, y aunque entendamos la voluntad de defenderlo, no compartimos la mentira para obstruir la justicia.

Queremos agradecer a PDI y Peritos por su profesionalismo, al Fiscal Rodrigo Troncoso, al Consulado de la República Oriental del Uruguay, a los funcionarios chilenos que más allá de la función, compartieron su humanidad y a todos los chilenos que nunca dejaron de creer que era una injusticia lo que se contaba y hoy tienen la razón confirmada.

Queremos agradecer profundamente la incansable labor profesional de nuestros Abogados, Magdalena Nagel y Eduardo Haddad.

Gracias a los que siguen de pié y a todos los que esperaron incansablemente en silencio.

Nunca hubo legítima defensa, ni robo, ni presencia en el techo, ni en el interior de su vivienda, sólo un asesino que portaba un arma ilegalmente y disparó dos veces por la espalda, sin necesidad y en plena claridad lumínica ya que podía verse a cien metros a una persona, en este caso Diego, que era su vecino próximo y por tan sólo un fin de semana, para practicar surf.

Diego, fue y será una gran persona, un buen hijo y hermano, un gran amigo, un ser íntegro y feliz.


Gustavo A. González. Padre.
Ana María Calero. Madre.
Marcelo González Calero. Hermano.


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Robinson Alonso Vargas Acevedo is a Murderer.  Diego Federico González Calero, Innocent.




We, Diego Federico González Calero’s family, one year and seven months after his death, would like to announce that the Chilean Justice System has convicted Robinson Alonso Vargas Acevedo of homicide.

On May 2, 2013 a hearing was held at the Pichilemu District Court to determine the criminal responsibility of the accused, Robinson Alonso Vargas Acevedo, in Diego’s death.

At that hearing, Vargas Acevedo pleaded guilty to the charges brought against him by both the prosecuting attorney and the plaintiffs in the case, accepting the facts on which the charges were based and which were obtained through a thorough investigation.

As such, the District Court, after hearing arguments by the defense as well as the prosecution, issued it’s verdict, finding Robinson Alonso Vargas Acevedo guilty of homicide in the death of Diego. 

Because of the above verdict, it can be categorically stated that the actions of the convicted murderer, Vargas Acevedo, were never an act of self defense, as was initially claimed.

This verdict proves that Diego never intended to steal anything from Vargas Acevedo, nor did he try to break and enter his residence. 

We can say, with absolute certainty, that there is no cause or reason in Diego’s death other than that of the despicable act of Robinson Vargas Acevedo, who shot him in the back when he had no possibility whatsoever to defend himself or to counter the attack.

The court gave Vargas Acevedo a conditionally suspended sentence of 3 years, leaving a cold blooded murderer, with a violent nature, to live among the good people of Pichilemu.

We regret that the Chilean Justice System believes that a convicted murderer need not serve his sentence in jail, but instead they allow him the same freedoms as those of upstanding citizens. 

We also do not feel that a sentence of three years is fair, given that his actions caused eternal consequences.

Robinson Vargas had the opportunity to defend himself, with his lawyer, before the justice system of his country, and even though he lied, he was assumed innocent until found guilty.  These are the basic civil rights that he denied Diego.

We regret that the convicted murderer’s father has to suffer the consequences of his son’s actions, and even though we understand his desire to defend him, we do not agree with his lying and his obstruction of justice. 

We would like to thank the criminal investigative police (PDI) of Chile and their experts for their professionalism; the District Prosecuting Attorney, Rodrigo Troncoso; the Consul of the Oriental Republic of Uruguay; the Chilean public employees who, regardless of their role, shared their humanity; and all of the people who never stopped believing that the story being told was unjust, and today have their convictions confirmed.

We would like to profoundly thank the untiring and professional work of our lawyers, Magdalena Nagel and Eduardo Haddad.

Thanks to all of you who have followed the case closely and to those who have waited faithfully in silence.

There never was any self defense, nor robbery, nor presence on the roof or inside the residence, only a murderer who illegally carried a weapon and shot Diego twice in the back, without the need to do so, with 100 meters of visibility to recognize a person, in this case Diego, who was his neighbor for a weekend. 

Diego was, and will always be, an extraordinary person, a good son and brother, a great friend, a complete and happy human being.

Gustavo A. González.  Father.

Ana María Calero.  Mother.

Marcelo González Calero.  Brother.